En parte la comunicación mediante móvil todavía funcionaba, por lo que pudimos contactar con Arancha, de momento se encontraba bien, la comida le aguantaría varias semanas, claro está, si no sufríamos cortes de luz, el agua corriente, otro elemento básico, todavía se mantenía, ¿Por cuánto tiempo?, no podíamos saberlo, tendríamos que ir viviendo el momento, lo primero era asegurar la finca, tendríamos que ir casa por casa, viendo si había vecinos vivos o en algunos hogares habían sufrido la infección, comenzaríamos por la mañana, conseguir comida, combustibles, algunos walkie talkie, montar las guardias para cubrir el perímetro, demasiadas cosas para los pocos que éramos, tardaríamos demasiado si no encontrábamos supervivientes que nos ayudaran.
A la mañana siguiente, Antonio, Roberto y yo, preparamos las armas para revisar piso por piso el edificio y averiguar si quedaban supervivientes, los tres pisos vecinos no presentaron ningún problema, llamábamos a la puerta, no contestaba nadie, las forzamos y revisamos las habitaciones, en todos encontramos lo mismo, algunos cajones abiertos en los que faltaba algo de ropa y poco mas, habían salido rápidamente de la ciudad al enterarse del virus. Al subir al segundo piso encontramos la puerta de entrada al rellano cerrada, el hedor aumentaba al acercarse a la puerta, encendimos las linternas que adosamos a las armas, Roberto abrió despacio la puerta, el rellano estaba oscuro, la luz del día iluminó la entrada, el olor nauseabundo nos hizo detenernos unos segundos, casi nos hace vomitar, iluminamos el rellano a un lado y al otro, en un rincón vimos el cadáver a medio devorar de uno de mis vecinos, la sangre cubría parte de la pared y el suelo, pegado a la puerta A, un ser infectado permanecía quieto frente a ella, debía de ser su casa y el virus le infectó antes de poder entrar, era una mujer joven, tenia los brazos manchados de sangre ya coagulada, entramos en silencio sin dejar de enfocarla con las luces, apunté a su cabeza y disparé, el “petardazo” sonó como un trueno, los oídos nos atronaban, durante unos minutos quedamos sordos completamente, salimos a la escalera para recuperarnos, fue un error disparar el fusil en un espacio tan pequeño, sin protecciones, cuando nos recuperamos entramos de nuevo, lo que fue la cabeza del no muerto era un amasijo de carne, sangre y huesos. Llamamos a la puerta donde estaba el no muerto, nada, entramos y la casa no mostraba signos de que hubiesen huido, nos les daría tiempo a ello. Llamamos a la puerta B, nada, sacamos la palanca para forzar la puerta.
- Hola- el sonido de una voz humana nos sobresaltó, el corazón se me puso a mil.
- Hola, soy Paco, el vecino del primero, ¿se encuentran bien?, abranos la puerta.
- No, no, esos seres están fuera y nos quieren matar- la voz era de una mujer, sollozaba mientras hablaba, le temblaba la voz, estaba totalmente aterrada.
- No se preocupe, le hemos matado, la llevaremos a mi casa donde estará segura, no se preocupe- la voz calló unos minutos, todo se quedó en silencio, cuando me disponía a llamar de nuevo, la puerta se entreabrió un poco, el rostro desencajado de la mujer nos miraba aterrada.
Con mi voz más dulce trate de que la mujer se calmase, nos retiramos un poco de la puerta para que se sintiera segura y no atemorizarla más de lo que estaba, nos abrió totalmente la puerta y de un rápido movimiento se pegó a la pared que se encontraba a su espalda, sostenía un cuchillo de cocina.
- Tranquila, soy Paco, vecino del primero A, ¿Cómo te llamas?- le hablaba mientras me colgaba el arma.
- Soy Alejandra- sus ojos se movían frenéticos de un rostro a otro.
- ¿Hay alguien contigo?
- No, estoy sola.
- ¿alguna de esas cosas le han mordido?
- No
- Ven conmigo Alejandra, te acompaño a mi casa y así podrás conocer a nuestra familia.
Le tendí la mano, ella temerosa fue acercando la suya muy despacio, el contacto con otro ser vivo la hizo temblar, soltó el cuchillo que sostenía en la otra, se aferro a mí y notaba como su cuerpo temblaba, al contemplar la escena de fuera, intentó rehuir de nuevo hacia la seguridad de su hogar, la calmé susurrándole en un tono sosegado. Antonio y Roberto se quedaron revisando el piso y asegurando los otros dos de la planta. Las chicas se hicieron cargo rápidamente de la situación, les dije que la revisaran a conciencia por si había algún tipo de herida que pudiera haber sido causada por algún zombie.
Terminamos de inspeccionar y limpiar nuestro portal, no quedaba nada por revisar, la azotea podía dar mucho juego, se veía bastante lejos y lo más importante, te podían ver. Fuimos dejando todo cerrado y precintado, para tener mayor seguridad en que nada ni nadie entraba o salía sin nosotros saberlo, según bajamos a mi casa. Al parecer Alejandra estaba completamente libre de la infección, y les conto como se había encerrado en su casa mientras su vecino era devorado por su mujer, no entendía lo que estaba pasando y al contárselo tampoco se lo creía demasiado, pero lo visto la hizo ser mas crédula. Debido a la tensión del momento al llegar a casa nos dimos cuenta que no habíamos comido nada desde que salimos a primera hora de la mañana. Nuestras tripas empezaron a protestar, comimos algo mientras charlábamos sobre los siguientes pasos a seguir.
- Si Alejandra estaba viva, probablemente hay más vecinos en sus casas, podíamos intentarlo- Decía Gise mientras jugaba con Lidia a las palmas.
- Yo casi me cago en los pantalones, creo que no deberíamos arriesgarnos innecesariamente, podemos intentar hablar con alguien, si es que queda alguno vivo, pero desde aquí, y si no bloquear las puertas de los portales- dije mientras Roberto y Antonio asentían. Los tres habíamos pasado mucho miedo.
Y a la mañana siguiente así lo hicimos, intentamos llamar la atención de los demás pisos, pero nadie respondía, en dos de ellos, del portal 4, vimos como unas manos sanguinolentas se posaban en las ventanas dejando su macabra marca.
- Tenemos que intentar limpiar al menos esos dos pisos que hemos visto, no podemos dejar que ninguno de esos seres quede en pie- hablaba Antonio mientras terminamos de asegurar las puertas de los portales 2 y 3.
- ¿Tú qué dices Roberto, los limpiamos?- pregunté mirando hacia las dos ventanas, eran en el primer piso, no correríamos demasiado riesgo, pero era imprevisible.
- De acuerdo, lo haremos, pero daros prisa por si nos arrepentimos.
Aseguramos los ventanales del portal, dejando la puerta libre y las planchas preparadas para reforzar la puerta.
Subimos despacio al primer piso, no había manchas de sangre en las paredes ni ninguna otra marca que nos indicase que había algún no muerto fuera de las casas, de todas maneras fuimos muy atentos, dejamos preparados los tablones para dejar asegurado el portal cuando saliésemos. Cuando entramos en el descansillo comenzamos a notar aquel olor nauseabundo que indicaba si había alguno cerca, eso y los horribles gemidos que siempre les acompañaban eran sus delatores. Si antes pienso en su canto de guerra antes suena, comienza como un lastimero quejido, para luego volverse un grito de locura y rabia por no poder alcanzar su única meta, nuestra carne, nuestra sangre, nuestro cuerpo. El miedo de nuevo nos hace rezumar adrenalina por los cuatro costados, nos acercamos lentamente a la puerta, un fuerte golpe nos hace dar unos pasos atrás, la puerta tiembla, otro golpe, se unen mas, despacio y creo que sin quererlo vamos retrocediendo hacia la puerta, un sonoro gemido, dos, tres, parece un coro de alguna iglesia macabra, los golpes y los gemidos se entremezclan, ¡¡¡¡¡PAM!!!!!, otro fuerte puñetazo a nuestra espalda, el concierto va en aumento y no para de subir, contra más ruido hay, mas se produce. Retrocedemos sin dejar de apuntar con nuestras armas, lo que antes parecía seguro ahora se ha vuelto muy peligroso, no podemos quedarnos parados. De repente un sonido a madera rota hace que los tres nos giremos a nuestra derecha, la puerta ha decido en parte y las manos de los no muertos salen disparadas como un resorte hacia nosotros, su rabia se hace más profunda, eso anima a que los de la otra casa redoblen los esfuerzos por salir de su prisión, al parecer nos equivocamos en nuestras predicciones, no había solo un no muerto, debían de haberse juntado en la misma casa varias personas y alguna de ellas estaría ya infectada, lo siguiente podemos imaginárnoslo, el empuje de los no muertos en busca de su presa iba en aumento, la puerta no aguantaría mucho mas y la otra comenzaba a astillarse debido a los golpes. Roberto se quedo en la puerta vigilando hasta que nosotros bajásemos y empezásemos a asegurar la puerta. Una ráfaga suplantó por un momento a los gemidos y golpes, levantamos la vista hacia la escalera y vimos como Roberto bajaba los escalones de cuatro en cuatro hacia nuestra posición, seguimos con la vista su camino de huida y vimos aparecer a cinco no muertos, tropezaban y se embarullaban por intentar pasar a la vez, sin pensarlo dos veces Antonio y yo levantamos las armas y a la vez que disparábamos Roberto salía como alma que lleva el diablo. Nuestras ráfagas no daban en su cabeza solo les retrasaba, Roberto nos hizo la cobertura desde la calle y nosotros salimos, las ráfagas cesaron, y un tropel de no muertos salieron como las burbujas de un champán agitado, rápidamente cerramos la puerta y comenzamos a asegurar la puerta, los no muertos llegaron a los ventanales y comenzaron a golpearlos, no dejamos de trabajar pero el miedo recorría cada poro de nuestra piel, tenerlos simplemente separados por unos pocos centímetros no era muy alentador, sus dedos arañaban el cristal, su boca sangrante intentaba morder nuestra jugosa carne, parecía como si se frustrasen al no poder alcanzar su premio. De todas maneras no podíamos mantenernos mucho tiempo allí, no fuese a ceder el cristal, había al menos diez de esos engendros. Atrancamos la puerta y pusimos un tablón a modo de puerta doble atornillado al hierro y al cemento. Nos fuimos alejando despacio, los gemidos y golpes todavía se oían, en una mirada fugaz hacia nuestro mirador vi como, Rocío, Pili y Gise, miraban desde arriba, sin poder hacer nada, pensé que eso debería cambiar, contra mas supiéramos manejar armas más seguros nos sentiríamos. Nos metimos en nuestro portal y pegamos el bloqueo de la puerta, subimos a casa, sudorosos y con la respiración agitada, por lo menos a mí, las piernas me temblaban y creo que a los demás también por la forma de sentarse que tuvieron, no éramos casi capaces de controlar el continuo movimiento involuntario de la pierna.
Ya no se oían los gemidos de los engendros del portal 4, pero la maldad que había detrás de los parapetos se palpaba en el ambiente. Debido al tremendo ruido que armamos y a los gemidos que parecían una llamada entre ellos, en la calle se habían congregado un par de docenas de no muertos, algunos pululaban despacio sin un rumbo fijo, alguna vez chocaban entre sí y soltaban un pequeño gemido, parecía una protesta, parecía una manera de comunicarse, pero no creo que sea posible, esos seres habían perdido totalmente el raciocinio y cualquier capacidad inherente al ser humano. Los demás estaban quietos, parecía que habían entrado en trance, tenían la mirada perdida, eran como centinelas que a la menor señal de vida humana a su alrededor, se activarían, para seguir sembrando el terror y la muerte en la Tierra, nosotros éramos su presa pero se lo pondríamos difícil.
Alejandra se encontraba más tranquila, estaba de nuevo entre seres humanos y eso al parecer en estos tiempos era un privilegio, mientras Roberto y Antonio comenzaban a enseñar el manejo de armas a las mujeres yo subí a la azotea con Álvaro.
- Tío yo quiero aprender también a manejar un arma, ya tengo catorce años y quiero ayudar, ¿Por qué subimos arriba?
- Por dos razones nano, la primera para poder tener una visión más amplia, desde la altura se ve más y mejor, y la segunda es para que comiences tu aprendizaje y nos sirvas de ayuda.
Llegamos a la azotea, la visión general de lo que llegábamos a ver de Getafe era caótica, se veían incendios, pero lo más extraño de todo era la ausencia de ruido, no se oían coches, voces ni ningún otro de los ruidos cotidianos, solo te dabas cuenta si te parabas a pensarlo, pero en esos momentos no había demasiado tiempo para pensar en otra cosa que no fuese sobrevivir. Contamos veintitrés zombis desde nuestra posición, pero posiblemente hubiese alguno más en las calles adyacentes o en los chalets y pisos de la zona.
Había subido un maletín que cogimos de la tienda de armas, era un L96 con visor, silenciador y bípode, nos vendría bien poder usarlo desde esta altura, comencé a explicar a Álvaro su manejo, no perdía detalle y parecía absorber con ansia toda la información, al principio le pareció pesado y difícil de manejar, se trababa en su manejo pero al cabo de una media hora lo hacía con mayor soltura.
- Bueno nano, ahora lo principal, vamos a comprobar tu puntería- municionó el arma, puso el bípode y lo apoyó al borde de la azotea.
- Respira tranquilo, apunta a tu blanco y cuando vayas a disparar suelta el aire totalmente y aprieta el gatillo con suavidad- asintió mientras se preparaba- ten cuidado con el retroceso, espératelo y apoya bien el fusil en tu hombro.
Pusimos el silenciador para no alertar demasiado a los no muertos, le veía nervioso, era su primer disparo con un arma y no debería de haber existido este primer disparo, pero las circunstancias mandaban. Respiró, soltó el aire y apretó el gatillo, el disparo impactó en el pecho del engendro, haciéndole un agujero digno de un calibre 7,62, tampoco el hombro de Álvaro salió muy bien parado, su cara era un poema por el dolor, miré su hombro y vi que solo era un moratón por la falta de manejo, no aguanté más la risa y esto provocó que su dolor pasase a rabia, su cara se puso roja, estaba entre marcharse corriendo y llorar como un muchacho que era, pero su reacción me alegró, cogió de nuevo el arma comenzó de nuevo la rutina y disparó de nuevo, esta vez la cabeza del no muerto estallo en mitad del asfalto, después de vaciar dos cargadores y el numero de zombis que quedaban en pie descendió a diez.
- Muy bien nano, parece que el avispero está un poco agitado, estos seres parece que huelen el peligro, será mejor que lo dejemos para mañana, bajemos a casa y limpiaremos el arma. Parece que ya tienes una nueva profesión- dije con una sonrisa en la cara al ver su cara de orgullo.
- Gracias tío, estoy deseando contárselo a todos.
Bajamos de nuevo a casa, la noche se echaba encima y otro día más habíamos sobrevivido, para estos momentos de la vida no estaba nada mal, cada día que pasáramos vivos era una victoria. Los demás no habían perdido el tiempo y ahora ya todos sabíamos al menos disparar, otra cosa era hacerlo contra los seres que antes habían sido personas como nosotros, pero había que tener claro que eran ellos o nosotros. Preparamos la cena, y cada uno contó alguna nueva experiencia vivida ese día, por un momento todo parecía un sueño y al menos esa noche, esa cena, la pasamos tranquilos, mañana será otro día.
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